La mirada humanista del profesor asturiano Pedro Olalla sobre la historia de un país acosado por la coyuntura económica
Hace siglos que sabemos
que la Tierra no permanece quieta en el centro del universo suspendida
de la nada, pero nos está costando entender que Europa no permanece
quieta en el centro de la crisis suspendida de los mercados. Y quien
dice Europa dice Grecia. ¿Por qué Grecia? Ya no tenemos con nosotros a
la gran helenista Jacqueline de Romilly para contestar a esta pregunta, y
casi todos los helenistas han sido barridos del mapa de Europa por los
mercados, la prima de riesgo, las agencias de calificación, la deuda
soberana y toda esa metafísica financiera con la que algunos justifican
la estafa de la crisis. Los nuevos sabios de la economía nos piden
sacrificios y sentido común, pero no fue el sentido común lo que hizo
grande a Aquiles. ¿Por qué Aquiles? ¿Por qué Homero, Platón,
Aristóteles, Alejandro Magno? ¿Por qué Grecia, si sus templos están en
ruinas? ¿Por qué interesarse por la historia, si el presente es urgente y
el pasado es sólo importante? El helenista (sí, helenista), escritor,
profesor, traductor, fotógrafo y cineasta Pedro Olalla (Oviedo,
1966) ha escrito un libro urgente sobre la historia de Grecia que
arrojará luz sobre nuestro importante presente porque, como dice el
escritor asturiano y embajador del helenismo, el fin de la historia es
mejorar el mundo y, además, ya es hora de que alguien nos ayude a
responder a la pregunta «¿Por qué Grecia?».
Historia menor de
Grecia no es novela histórica y no es historia novelada. Tampoco es un
ensayo histórico ni, mucho menos, historia ensayada. No es un manual de
historia de Grecia para eruditos, ni alta divulgación para iniciados, ni
siquiera una introducción al mundo griego especialmente indicada para
todos aquellos que creen que Grecia es un país con algo de historia, un
poco de presente y ningún futuro. Pedro Olalla podría haber escrito una
novela histórica, una historia novelada, un ensayo histórico, una
historia ensayada, un manual universitario, un libro de alta divulgación
o un texto divulgativo para uso de alemanes abducidos por la metafísica
de la crisis, pero ha preferido ofrecernos, como dice el sugerente
subtítulo de Historia menor de Grecia, una mirada humanista sobre la
agitada historia de los griegos.
En la bellísima introducción
(cuatro páginas que nuestros políticos deberían leer antes de sacar la
tijera), Pedro Olalla dice que todo lo que se cuenta en Historia menor
de Grecia ha sucedido, y si no ha sucedido así, al menos influyó en la
historia posterior como si así hubiera sido, lo cual es asimismo una
forma de suceder. Como Memorias de Adriano, las maravillosas memorias
ficticias del emperador romano escritas por Marguerite Yourcenar, una
obra meticulosamente documentada que ofrece una visión verosímil y
profunda del pensamiento y de la obra de Adriano, Historia menor de
Grecia es una delicia literaria con un contenido rigurosamente
histórico. Así pues, Pedro Olalla ofrece al lector unas «Memorias de
Grecia» que no se limitan a diseccionar con precisión de cirujano y
exactitud de poeta a grandes personajes de la historia de Grecia como
Homero o Pericles (que también), sino que nos llevan a Alejandría con
Demetrio de Falero (295 a. C.), a Roma con los filósofos Carnéades,
Diógenes y Critolao (155 a. C.), al puerto de Esmirna con Ignacio de
Antioquía (107), a Adrianópolis con Roger de Flor y los principales
caballeros de la Compañía Catalana (1305) y, por supuesto, a Atenas,
aunque sea la Atenas ocupada por los turcos y acosada por la artillería
del veneciano Morosini (1687). ¿Por qué todo esto no forma parte de la
historia «mayor» de Grecia, sino sólo de la «menor»? ¿Acaso porque no
son grandes hechos, como apunta Pedro Olalla, y no aparecen en los
libros de texto? Concedámoslo. Pero sí concedemos también que los hechos
«menores» que forman Historia menor de Grecia muestran la grandeza, la
vileza o la contradicción de la condición humana mejor de lo que haría
un manual con los «grandes éxitos» de los griegos.
Los 126
capítulos de Historia menor de Grecia abarcan desde las costas de Jonia
oriental, en el mar Egeo, en torno al 750 a. C. (un aedo se propone
componer un poema sustentado en la escritura en vez de en la memoria),
hasta la isla de Ischia, la antigua Pitecusa, en Italia, en 1955
(Giorgio Buchner recompone una copa de barro hallada en la tumba de un
muchacho fenicio). Son capítulos cortos y, a veces, muy cortos que se
pueden leer en el ascensor o en la parada del autobús. Son capítulos
bellos y, casi siempre, muy bellos que se deberían leer después de ver
el telediario o escuchar una rueda de prensa de Mourinho. Página a
página, vuelven a la vida filósofos como Anaxágoras, a punto de partir
para Lámpsaco después de ser condenado por impiedad en Atenas (433 a.
C.), o como Aristóteles, que se pregunta en el Ninfeo de Mieza,
Macedonia (339 a. C.), si habrá conseguido despertar en el alma del
joven Alejandro y de sus amigos el asombro y el cuestionamiento.
Capítulo a capítulo, nos acercamos a Eratóstenes de Cirene, que se
propone calcular el tamaño de la Tierra (230 a. C.), escuchamos las
reflexiones de Filón de Alejandría (40), sufrimos con la ruina de Atenas
tras ser destruida por los hérulos (267), acompañamos a Juliano el
Apóstata en un sueño imposible (361), espiamos a Teodosio cuando dicta
al escriba el edicto en el que desea que todas las gentes gobernadas por
él profesen la religión que el divino apóstol Pedro dio a los romanos
(380), entendemos por qué el Papa Gregorio revoca el decreto de nulidad
sobre el bautismo de los griegos, de forma que el bautismo ortodoxo se
considera nuevamente válido (1235), y hasta saboreamos la almástiga de
Quíos, un líquido con virtudes medicinales que mana de los árboles.
Página a página, capítulo a capítulo, la historia menor de Grecia se
hace mayor.
El filósofo pitagórico Parón decía que en el tiempo se
engendra el olvido y proclamó al tiempo rey de la ignorancia. Pedro
Olalla ha escrito Historia menor de Grecia precisamente para destronar
al tiempo como rey de la ignorancia y proclamar al tiempo como maestro
de la vida. El tiempo, la historia, nos habla de la fragilidad de la
civilización y de lo efímero de sus conquistas, que han de ser
defendidas día a día. En todo momento, sobre todo después del telediario
y de las ruedas de prensa de Mourinho. Y en todos los lugares,
incluidos el ascensor y la parada del autobús.
No hay comentarios:
Publicar un comentario